El escritor y divulgador mexicano, acusado de cinco violaciones, huyó a ese país acorralado por la justicia hace casi tres años, donde ha permanecido en libertad hasta el pasado octubre, cuando fue detenido y encarcelado. La fiscalía de Ciudad de México y las víctimas han luchado desde entonces para que sea devuelto a México, algo que hoy tienen un poco más cerca. El polifacético Roemer tiene un mes para recurrir el dictamen a una instancia superior, según la portavocía del tribunal, y entonces será el Supremo quien se encargue de revisar el asunto. Si no hay recurso en ese plazo, el caso queda en manos del ministro de Justicia, quien podría firmar la extradición definitivamente.
Roemer ha permanecido en prisión desde octubre hasta el 15 de diciembre pasado en que fue liberado para seguir su proceso en casa, pero amarrado a un detector electrónico que vigila sus movimientos. Siempre ha defendido su inocencia y acusado a la justicia mexicana de “fabricar delitos contra él”. La extradición ha estado durante meses en vía muerta porque Israel no tiene tratados bilaterales con México para ello y todo dependía de la voluntad de aquel país, que ahora parece más proclive a entregarlo. “Nos da mucho gusto, los vemos con optimismo”, ha dicho la abogada de alguna de las víctimas, Ximena Ugarte. “Ha sido un largo camino, pero estamos muy pendientes para, en el momento en que se determine la extradición, preparar las audiencias en los tribunales penales con el fin de solicitar su imputación y vinculación a proceso”. Ugarte ha lamentado que, de nuevo en esta ocasión, las denunciantes hayan tenido que enterarse por los medios de comunicación de este paso del caso Roemer.
En febrero de 2021 se destapó la indignación que decenas de jóvenes mujeres habían tragado en silencio cuando una de ellas, la bailarina Itzel Schnaas, denunció públicamente los intentos de abuso sufridos en el sótano que el comunicador y exdiplomático tenía acondicionado en su casa para aquellas veladas en las que camelaba a las mujeres con propuestas de trabajo y éxito profesional. A partir de entonces se desató una cascada de testimonios en las redes sociales que compartían un mismo patrón de abusos y modo de operar: aperitivos y vino, luces tenues, acercamientos indeseados y huidas del lugar. No todas pudieron, algunas de ellas se atrevieron después del tsunami de acusaciones a denunciar a la fiscalía lo que acabó en una violación. Pero Roemer, socio del magnate Ricardo Salinas Pliego, con quien organizaba el Festival de las Ideas en Puebla que usó de escenario para contactar con muchas de sus víctimas, se dio a la fuga y llegó hasta Israel, donde incluso pusieron su nombre a una de las calles. Al escritor, de origen judío, le pagaban con refugio y reconocimiento algunos favores diplomáticos que prestó al país en contra de la opinión de la cancillería mexicana, a quien representaba hace años.
Espoleada por los testimonios de cerca de 60 mujeres y por las denuncias formales, la justicia de Ciudad de México no se estuvo quieta, envió solicitudes a la Interpol para que lo apresaran, amasó pruebas en cinco carpetas de investigación y solicitó sin mucha esperanza una extradición. Tampoco las víctimas confiaban en que eso ocurriera, porque en Israel está refugiado también Tomás Zerón, uno de los hombres más buscados en México por su implicación en el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Esa era la cabeza prioritaria para la justicia, consideraron las víctimas entonces. Pero ahora es Roemer quien la tiene más cerca de los tribunales.
Tampoco el comunicador, que tenía un programa de divulgación científica en una de las televisoras de Salinas Pliego -quien nunca condenó a su amigo- ha estado callado en Israel. En estos años no ha dejado de tuitear contra la fiscalía de la capital mexicana y sobre otras muchas cosas de toda índole, como si las violaciones no fueran con él. En declaraciones a este periódico cuando el caso explotó, Roemer ofreció disculpas por la ignorancia que ha llevado a muchos hombres a comportamientos inadecuados, pero nunca reconoció las violaciones y se dijo víctima de un “linchamiento excesivo”. “Nunca había vivido un dolor tan grande”, declaró. “Ahora te linchan igual si echas un piropo que si descuartizas a una persona”.
Sus mensajes se hicieron después más agresivos contra las víctimas, de algunas de las cuales publicó sus nombres y apellidos y se enfrentó duramente con una periodista que le denunció recurriendo a la vía civil para acusarla de haber tratado de ocasionarle con su confesión un daño intencionado. Una jueza echó abajo aquel pleito y dio la razón a la mujer.
Roemer fue un personaje muy famoso en México. Escribía libros, salía por televisión, organizaba festivales para captar jóvenes talentos, se relacionaba con reputados científicos e intelectuales internacionales, fue embajador de buena voluntad en la Unesco. Todos ellos fueron dándole la espalda con comunicados públicos en los que remarcaban su intolerancia absoluta a delitos como aquellos de los que le acusaban y se desmarcaron de cualquier tarea que compartían con él. Las cuentas de la familia fueron congeladas por la Unidad de Inteligencia Financiera y cayó en el ostracismo, pero nunca dejó de pelear desde el extranjero con un gabinete de poderosos abogados. Su familia también ha acudido en su defensa ante todos los micrófonos que les han querido prestar. La cancillería mexicana ha estado pendiente de este asunto y también el presidente Andrés Manuel López Obrador ha intervenido en ocasiones manifestando su confianza en que el llamado Weinstein mexicano fuera extraditado.